22° Prefacio.

Dame un beso que se esfume con nosotros y se guarde en mi pecho de cristal, ya me cansé de llorar, de luchar y que todo siga igual.


¿Qué es lo que había pasado? ¿Acaso no era verdad todo lo que alguna creí? Todo era una farsa. Corrí hasta perder la noción del lugar en donde estaba. Según algunos anuncios que habían, me encontraba demasiado lejos de la frontera con Canadá, casi llegaba a Alaska. No estaba cansada. Quería huir de todo lo que me rodeaba en casa, principalmente de Jacob Black. En estos momentos lo único que quería era gritarle a la cara lo mucho que lo odiaba por haberme mentido de esa forma.
Creí todas sus mentiras, me dijo muchas veces que me amaba cuando en realidad no era a mí a quien quería. ¿Qué lo motivaba a mentirme? Si alguna vez me amó ¿Qué hacía besando a alguien más? Sentía más dolor que enojo. Yo de verdad lo amaba y él había roto mi corazón. Sentía como si mi corazón hubiera dejado de existir y en lugar de eso hubiera dejado un agujero negro que se iba tragando todo a su paso.
Era de noche, era la mejor temporada para los vampiros, seis meses sin sol. Un mundo sin sol. Lo peor de todo era que lo único que podía recordar era lo más amargo y no lo más dulce de su amor. Todo se había ido junto con el Sol. Todo estaba perdido, nunca renacería ese sol, ese amor que algún día fue tan lindo o al menos para mí así lo era. Antes de llegar a Juneau vi un lago solitario, corrí hasta él y me senté a contemplarlo. Solo quería llorar y estar sola, ese era un lugar perfecto, los animales había huido, estaba sola. Vi mi reflejo en el agua, estaba deshecha mi cara estaba irritada de tanto que había llorado y estaba empapado en lagrimas, ni siquiera el viento de la carrera pudo secarlas. Fue cuando me percate de que no estaba sola. Volteé mi cara para encontrarme con la persona que jamás pensé que estaría ahí. Que hipocresía.
-¿Qué quieres?- pregunté fríamente.
-Hablar.